martes, 1 de febrero de 2011

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Bajo la sombra de mi pereza, sube lentamente el mediodía, endurece y hace pesada la piel, aún así,  inocula el denso sueño de la tarde. Frente a mí, el mismo río que cambia, las mismas inestables nubes, la misma lengua áspera que atardece y lima inútilmente mi cuerpo, resignado hace mucho a dormir  el inevitable sueño de esa estrella que da vida a mi ociosa sombra.

Maco
Miseria de la imagen, del cuerpo escondido sobre su propia carne, la noche indecente y solitaria, el mismo respirar de los corazones cobardes, de aquellos que temen su rostro  o  desconocen lugares necesarios para volver y defender, la bondad indirecta e imberbe de la unión de heridas y cansancio para lograr un gesto sencillo, la madera observando impasible el flujo del rio en su corteza, lento camino al hacha, la motosierra  o al poto flácido de un imbécil o de una estúpida vanidosa, nube de caracol violeta, shirisanango que visita el tallo del sueño, uayo inmaduro sediento, tacarpeo en la tierra muerta que navega el animal carnívoro del océano, orisha de los caminos, de los tambores y de los valientes, tu espalda moldeada por las olas del tiempo, picadura de isula, de víbora subterránea, de barbasco, peque peque de tus labios en mi barbilla, palabra inútil que se devuelve a sí misma lo que había perdido, el sentido de tu presencia en la búsqueda imposible, el golpe preciso en la sien, el niño herido en los ojos con la espina del recuerdo, la lengua de la sanguijuela tatuada al corazón de los perros, el trago amargo que cala una canción añeja, un cigarro arcillando la garganta con el beso inevitable, dos cuerpos atados con sabanas y barro podrido, crecimiento de las uñas en dirección de su destino, ishanga en los párpados,  los adefagios dientes del que está sentado en el lugar privilegiado para tragar, la  cabeza recostada en el olvido…
Maco

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